sábado, 14 de enero de 2017

Cuento I: Una Copia Fiel...



A sus casi 60 años lo tenía prácticamente todo: vivía de forma bastante “desahogada”, no le faltaba el trabajo y podía presumir de un maravilloso estudio situado en la “Avenue Victor Hugo”, se trataba de un amplio y diáfano loft, exquisítamente decorado por su exmujer.

Como cada tarde Pierre cogía su maletín, su caballete y taburete plegable y salía a toda velocidad del estudio. A veces pasaba las tardes en los jardines del “Musée Rodin”, otras veces prefería las calles de “Montmartre”, estos días estaba en el afamado Louvre.

Era ya el noveno día que cogía el metro hacia la misma dirección, esa tarde se había estado fijando en el señor mayor sentado frente a él leyendo “Le Monde”: traje impecable, reloj de bolsillo, y pañuelo de seda en el bolsillo de la solapa. Todo un “gentleman”, pensó. ¿Señor mayor? Quizás no mucho más que él, parecía mentira pero después de toda una vida junto a Sophie, hacía un par de años que ésta había decidido dejarlo todo y empezar una nueva vida lejos de él.
Así que ahí se encontraba Pierre, en plena madurez y totalmente solo, retomando aficiones de juventud.

No sabía por qué pero en esos últimos días había estado recordando aquel verano que pasó recorriendo la “Provenza Francesa”, fue justo al finalizar su carrera de arquitectura, durante ese viaje conoció a su mejor amigo Clément, desde entonces se habían vuelto inseparables. Clément “culo inquieto” lo llamaba.
Sin duda alguna fue el verano de sus vidas, desde que se encontraron en “Cassis” siguieron juntos viajando hasta su regreso a París a finales de Agosto. Cassis, que maravilloso lugar. De pronto una imagen se coló en su mente... ¿que habrá sido de ella?

Pierre entró en el Louvre buscando su obra: “Le Serment des Horaces”, no sabía el por qué pero había cambiado esta vez los paisajes por aquel “juramento”. Había pensado en regalarle esa copia a Clément.

Se dispuso a preparar su material mientras los turistas paseaban por las amplias galerías. Un pequeño grupo de esos turistas captó su atención, dos de ellos se acercaron a admirar la obra de Jacques-Louis David:

  • ¿No te parece maravillosa Collette? Preguntaba una señora a su joven acompañante.
  • Impresionante abuela. Contestó la joven.


¿Collette?, Pierre se quedó mirándola. No podía ser, mismo pelo, misma tez, mismo nombre... ¿era ella? Imposible. Pierre seguía el recorrido de la joven, cuanto más la miraba más parecido le encontraba, de repente había viajado casi 40 años atrás a aquel bonito pueblo, a aquel maravilloso verano.
Collette... imposible, imposible, se repitió a sí mismo una y otra vez. Pero es idéntica a ella...
Un momento.. (pensó para sí mismo), dejó de mirar la juventud y pasó a observar la madurez. ¿Es ella?

  • ¿Collette? Preguntó Pierre.
  • ¿Si? Dijeron las dos mujeres a la vez

Pierre esa tarde no desplegó su banquito e hicieron falta más de un café para contarse 40 años de vida...